Buenas tardes, blogueros:
Una semana más os traigo una nueva entrada que trata del tema de Desigualdades
de género, principalmente en el ámbito educativo. He escogido la reflexión
de este tema ya que durante toda la semana en la asignatura de Tic hemos estado
trabajando conceptos de sexo, género, estereotipos, prejuicios, etc... Además,
mi grupo de trabajo hemos decidido centrar nuestro proyecto de Makey Makey a
este tema, en otra entrada os explicare más detalladamente en que va a
consistir ese proyecto y de qué forma lo hemos enfocado.
En primer lugar, comenzaré reflexionando sobre los conceptos de
sexo y género: el sexo es una construcción social y cultural según la cual se
asignan a las personas determinadas papeles, labores, perspectivas, conductas,
valores por el hecho de ser mujeres o hombres. Este concepto es algo aprendido
socialmente, es decir, es una organización que hace la propia sociedad y que el
ser humano aprende mediante la socialización. Dicho aprendizaje hace que se adquieran
unos determinados roles o, dicho de otra forma, se consideran como naturales
una serie de actitudes, capacidades, comportamientos, papeles o funciones
sociales, y limitaciones diferenciadas entre mujeres y hombres que tienen
origen cultural.
Por otro lado, el género es
una categoría que permite analizar las diferencias entre mujeres y hombres no
sólo como una construcción cultural sino también como una relación de poder
asimétrica basada en supuestas diferencias sexuales innatas. Este tipo de socialización
diferenciada es una práctica discriminatoria que crea, fomenta y reproduce la
injusticia en las oportunidades de desarrollo que tiene todo mujer y así mismo
perpetuando el uso de poder y la dominación sobre las mujeres.
De acuerdo con Bonder (1993), los estereotipos de género están
basados en unas ideas arraigadas en la sociedad acerca de los comportamientos y
sentimientos que un individuo debe tener según su sexo, y son transmitidas de
generación en generación. Asimismo, se afirma que los estereotipos dejan de
verse como construcciones sociales con el paso del tiempo y se interiorizan
como verdades absolutas e intemporales de los roles que hombres y mujeres deben
adoptar en relación a su sexo. El rol de la mujer ha
consistido tradicionalmente en ser una mujer de su casa y cuidadora de su
familia, siendo sumisa, sensible, dependiente del varón y dotada de capacidad
de perdón y de sufrimiento. Por otra parte, no debe mostrar su sexualidad ni
sentimientos negativos hacia su marido. Este modelo aísla a las mujeres entre
sí dificulta su colaboración y ayuda mutua, fundamental para el empoderamiento
de la mujer. Esto tiene como consecuencia el aumento del abuso por parte del
varón (Amurrio Vélez et al., 2009). Por el contrario, el rol del hombre se les
confiere cierto poder sobre su entorno provocando que muchos de ellos estén a
favor de la conservación del sexismo.
Atendiendo a las gráficas de EMAKUNDE (2014), el porcentaje de la
tasa de actividad de entre jóvenes entre 16 y 25 años es similar ya sean
mujeres u hombres. Entre los 25 y 44 años, las mujeres presentan una tasa de
actividad algo inferior a la de los hombres (5,6% menos). En cambio, a partir
de los 45 años, el porcentaje de hombres que trabajan es casi un 16% mayor al
de las mujeres. (Tabla 2.2.). En cuanto al mundo de la enseñanza, la docencia
constituye un sector donde la presencia de mujeres es superior a la de los
hombres excepto en el caso de la Formación Profesional. En el resto de niveles
de la enseñanza el porcentaje de docentes mujeres supera con creces al de los
hombres, especialmente en educación infantil (constituyendo un 90%) y en
educación primaria y especial (alrededor de un 80%). (Tabla 2.31.)
En conclusión, cada vez hay más discriminación e invisibilización
sufrida por las mujeres en todos los ámbitos de la vida, acentuándose en la
familia y en el trabajo, incluso haciéndose algo natural en nuestra sociedad
actual. El hecho de hacer una diferenciación de género entre ambos sexos es la
influencia principal para la discriminación sufrida por la mujer originada por
la sociedad y por lo tanto la normalización de dicha diferenciación ha llegado
a tal punto, que las mismas mujeres de nuestra sociedad asumen su identidad de
género y a la vez aceptan comportamientos, actitudes, valores, asociados al
mismo.
REFERENCIAS:
- Acker, S. (2000). Género y Educación. Reflexiones sociológicas sobre
mujeres, enseñanza y feminismo. Madrid: Narcea.
-
Bonder, G. (1993) La igualdad de oportunidades para mujeres y varones. Una
meta educativa. Programa nacional de promoción de la mujer en el área
educativa. Buenos Aires: UNICEF
-
Emakunde. (1997). Guía para la elaboración de un modelo coeducativo de centro.
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